¿Cómo gestionar el cambio en tu organización?

Julio Zelaya

 

El director financiero había prometido a la junta directiva una importante reducción en los costos fijos de la empresa. Su recomendación era tercerizar los procesos operativos a una multinacional. Esto implicaba el despido de 40% de los colaboradores y que el resto se integrara a dicha multinacional.

“El lunes empezamos los despidos”, anunció a la directiva. En la noche, al llegar a casa, le comentó a su esposa los planes. “¿Qué harás para preparar a las personas?”, preguntó ella, impresionada. “Nada, ellos están en la empresa para trabajar, la vida no es fácil”, respondió él.

Mientras tanto, el director financiero de otra organización también veía la urgencia de reducir costos de operación, lo que implicaba despedir trabajadores y tercerizar procesos de producción. ¡Qué situación más complicada! Estaba consciente de que despedir era un golpe muy duro, además del proceso de adaptación para quienes se quedaran, ya que en la empresa existía un fuerte sentido de identidad y fidelidad. Para algunos, esa empresa había sido el inicio de su vida laboral y no conocían otra. Así que preparó cuidadosamente su plan de comunicación. “Explicaremos todo detalladamente, pues las personas merecen saber el qué, el cómo y el porqué de estos cambios ”, dijo a sus gerentes. “Luego, haremos un plan para apoyarlos. Finalmente, ejecutaremos una estrategia de aculturización, para facilitar la transición de las personas que se quedan”.

¡Cambios, cambios! Te he relatado dos situaciones de gestión de cambio con enormes contrastes en el abordaje de la transición. Lo primero que necesitamos visualizar es que cambio y transición son dos conceptos diferentes. Muchas veces, pensamos que son sinónimos, pero no, de hecho, descubrir la diferencia es la clave de todo el asunto.

El cambio es un evento, la transición es el proceso que vivimos a consecuencia de dicho evento. Un dolor de muela, una linda novedad como estrenar casa o carro, o algo no tan agradable como un divorcio, la turbulencia en un avión o un despido son eventos que requieren alguna intervención. El cambio puede ser el mismo para muchos, pero hay enormes diferencias en cómo cada uno enfrenta la transición.

Como todo ser humano, mi vida ha sido un constante fluir de cambios y mucho de mi trabajo como asesor se enfoca en esto. Al reflexionar sobre el tema y compartir ideas con algunos amigos, descubrí una interesante analogía. Marie Curie explicaba la ciencia de una forma muy poderosa. Ella decía que teníamos miedo a aquello que no conocemos y usaba el ejemplo de la ansiedad que sentimos al entrar en una habitación oscura porque no sabemos lo que encontraremos dentro. Pero al encender la luz, descubrimos que no había nada que temer. Lo mismo sucede con los cambios. La incertidumbre nos genera tensión y solemos asumir lo peor, aunque pocas veces acertamos con las predicciones fatalistas.

¿Qué tal si nos decidimos a iluminar la habitación? Al hacerlo seremos capaces de convertir los cambios en catalizadores para nuestra vida, es decir, que manejemos los procesos de transición de forma que se conviertan en experiencias que nos aporten beneficios.  

El cambio siempre traerá resistencia. Estamos diseñados biológicamente para sobrevivir y ahorrar energía cerebral. Nuestro cerebro es el órgano que consume la mayor cantidad de calorías que ingerimos. Por ello, busca rutinas repetitivas que le ayuden a ahorrar energía y ser eficiente, para enfocarse en cuestiones más significativas. Siempre nos cepillaremos los dientes de la misma forma, siempre nos pondremos primero el zapato derecho o izquierdo, según sea nuestra lateralidad.

Somos “animales de costumbres”. Sin embargo, nuestro diseño es tan perfecto que incluye estrategias para asimilar el cambio y convertir eso nuevo en algo familiar que ya no será una amenaza. Aquello que reforcemos suficientemente, favorecerá el cambio permanente. Un artículo de Jane Wardle afirma que necesitamos 66 días para convertir un nuevo objetivo o actividad en algo automático. Seguramente escuchaste que eran 21 días, pero en realidad ese era el límite inferior del estudio.

En general, como especie, vivimos una crisis existencial, pareciera que nos hace falta descubrir nuestro propósito y significado, lo cual está muy vinculado con la capacidad de cambiar y adaptarnos a nuevas situaciones.

Todo cambio, sin importar el evento que lo motiva: intencional, impuesto o fortuito, tiene potencial para transformarnos. Una misma situación puede catapultar a una persona y hundir a otra, de acuerdo con el enfoque de cada quién. Así que te motivo a que consideres una estrategia de apertura a los cambios dentro de tu organización para que sean catalizadores del éxito de tu equipo, ya que tienen el potencial para transformarnos en la mejor versión de nosotros mismos.